Mientras exploraba su particularísimo estilo de "incidentes insignificantes", Schulz recurrió en cualquier caso a una de las clásicas situaciones de las tiras con niños de toda la vida, el pilluelo que le intenta robar la comida a otro, pero dándole un giro: una niña con cara de enfadada le pide a un chiquillo sonriente que le deje probar su helado, pero tan pronto como se lo lleva a la boca lo escupe, preguntando indignada qué clase de helado es ése. "Yo no he dicho que fuera helado", responde él. "Es puré de patatas".
Schulz diría más adelante: "Hasta entonces nadie había plasmado este tipo de humor en una tira cómica. Creo que fui el primero en usar el gag realmente mínimo". Si en las tiras tradicionales de los años veinte y treinta, el humor con niños se había basado en el bronco gamberrismo de chavales urbanos de clase trabajadora surgidos de esa inagotable fuente de salvajismo infantil que había sido el callejón de Hogan de The Yellow Kid, la nueva tira de Schulz para el ecuador del siglo se desarrolló a partir de una lección aprendida de primera mano, prácticamente inculcada por sus primos noruegos: "los niños pequeños pueden llegar a ser muy desagradables unos con otros". Se sintió tan emocionado ante aquel nuevo desarrollo que incluso dejó por un momento de lado su autocontención noruega para decirle a George Letness:
«Creo que tengo algo. Estoy desarrollando algo realmente original". Desde el escritorio contiguo, Letness miró asombrado cómo Schulz incluía en su tanda de muestras una tira tan primitiva y sencilla como para desafiar al entendimiento: la misma niñita airada que había escupido el bocado de puré avanza pesadamente bajo un diluvio, murmurando: "Lluvia, lluvia, lluvia, lluvia…". El chico se acerca felizmente hacia ella en dirección opuesta, esta vez con un paraguas en la mano. Luego, en el espacio invisible entre la segunda y la tercera viñeta, la nena se ha hecho con el paraguas y continúa su camino feliz y sonriente, mientras el chiquillo, ahora a merced de los elementos, sigue avanzando imperturbable, murmurando a su vez: "Lluvia, lluvia, lluvia, lluvia…".
Schulz diría más adelante: "Hasta entonces nadie había plasmado este tipo de humor en una tira cómica. Creo que fui el primero en usar el gag realmente mínimo". Si en las tiras tradicionales de los años veinte y treinta, el humor con niños se había basado en el bronco gamberrismo de chavales urbanos de clase trabajadora surgidos de esa inagotable fuente de salvajismo infantil que había sido el callejón de Hogan de The Yellow Kid, la nueva tira de Schulz para el ecuador del siglo se desarrolló a partir de una lección aprendida de primera mano, prácticamente inculcada por sus primos noruegos: "los niños pequeños pueden llegar a ser muy desagradables unos con otros". Se sintió tan emocionado ante aquel nuevo desarrollo que incluso dejó por un momento de lado su autocontención noruega para decirle a George Letness:
«Creo que tengo algo. Estoy desarrollando algo realmente original". Desde el escritorio contiguo, Letness miró asombrado cómo Schulz incluía en su tanda de muestras una tira tan primitiva y sencilla como para desafiar al entendimiento: la misma niñita airada que había escupido el bocado de puré avanza pesadamente bajo un diluvio, murmurando: "Lluvia, lluvia, lluvia, lluvia…". El chico se acerca felizmente hacia ella en dirección opuesta, esta vez con un paraguas en la mano. Luego, en el espacio invisible entre la segunda y la tercera viñeta, la nena se ha hecho con el paraguas y continúa su camino feliz y sonriente, mientras el chiquillo, ahora a merced de los elementos, sigue avanzando imperturbable, murmurando a su vez: "Lluvia, lluvia, lluvia, lluvia…".
"Este muchacho no tiene la más mínima oportunidad", reflexionó Letness, pensando más en el artista que en su personaje. Pero la terrible ecuanimidad lógica de la tira, visible ya en la secuencia del paraguas, dictaba que cuanto más perdieran los "pequeñines" de Schulz, más iba a ganar "el muchacho".
(Otro extracto del libro Schulz, Carlitos y Snoopy)
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(Otro extracto del libro Schulz, Carlitos y Snoopy)
2 comentarios:
Schulz, ese genio...
(Este libro también irá en la carta a los RM).
Impacientes Saludos.
A ver si encuentro quien me lo regale. Tendré que empezar a hacerme el simpático..
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