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sábado, 10 de octubre de 2015

The Boy With The Thorn In His Side


This Charming Charlie by Lauren LoPrete es un sitio web que combina imágenes de las tiras Peanuts de Charles Schulz, con letras de canciones escritas por Morrissey para The Smiths. No se puede saber si Charles Schulz lo aprobaría, pero Morrissey ha dicho que le encanta.

 

sábado, 13 de agosto de 2011

El dolor que hacía que "Peanuts" fuese buena

"Es una historia extraña e interesante, y el Sr. Michaelis, autor de una biografía de 1998 del artista NC Wyeth, marca bien el ritmo de la narración, ofreciendo muchas ideas y acontecimientos sorprendentes de la vida de Schulz. Sin lugar a dudas la parte más fascinante del libro es la yuxtaposición de información biográfica y reproducción de tiras de "Peanuts". Aquí vemos cómo, literalmente, Schulz representaba a veces situaciones reales y acontecimientos. Las tiras utilizadas como ilustraciones del libro "Schulz and Peanuts" se reproducen a un tamaño que obliga al ojo a esforzarse y están a menudo fuera del contexto de sus historias, pero claramente demuestran cómo Schulz utilizaba sus historietas para tratar con problemas personales. Descubrimos, por ejemplo, que en las escenas recurrentes en que Lucy molesta a Schroeder en el piano, la malhumorada y mandona Lucy hace las veces de Joyce (la primera mujer de Schulz) y el obsesivo y talentoso Schroeder es un sustituto de Schulz.



La lectura de estas tiras a la luz de la información que Mr. Michaelis desentierra, me llamó la atención no tanto por el hecho de que Schulz sacase material de su primer y problemático matrimonio sino por la simpatía que muestra por su hostigadora y por su capacidad de reírse de sí mismo.

Lucy, a pesar de ser dominante e insensible, en última instancia es una figura trágica, vulnerable en su persecución de Schroeder. El compromiso de Schroeder con Beethoven hace el amor de Lucy irrelevante para su vida. Schroeder ignora no sólo sus atenciones, sino también el hecho de que su genio musical se lleva a cabo en un juguete para niños (no muy diferente de un artista serio dibujando una tira cómica). El fanatismo de Schroeder es ridículo, y el amor de Lucy se desperdicia. Schulz ilustra el conflicto en su vida, no como una forma de autojustificación o de venganza, sino con una comprensión humana más grande, implicándose él mismo en la triste comedia. Creo que es una manera maravillosamente sana de procesar un mundo doliente. Por supuesto, sus lectores conectaban con la profundidad emocional de la tira, sin saber lor orígenes íntimos de ciertos temas. Dejando aparte sus defectos como persona, los personajes de Schulz tenían un corazón real".



(Extracto de un artículo de Bill Watterson en The Wall Street Journal)
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jueves, 16 de junio de 2011

Más Romita

P: ¿Crees que Kirby es el pináculo de los artistas del cómic?

John Romita: Bueno, no se trata tanto de su arte. Mucha gente ha dicho que su arte era un poco desconcertante, porque era muy formulaico. La verdad del asunto es que Jack Kirby tiró a la basura más buenas ideas de las que yo he tenido en mi vida. Para mí ese tipo de capacidad creativa es tremenda, especialmente en los cómics. Siempre que me pedían que crease un personaje era como arrancarme los dientes. Era muy duro. Tenía que trabajar mucho. Kirby podía crear un personaje en dos minutos y al día siguiente, en lugar de recordar su uniforme, creaba un nuevo traje para el personaje. Para mí el vestuario era muy difícil de hacer, y los nuevos personajes eran igual de duros.


Hay que recordar que éste es un tipo que ha creado un planeta viviente como villano. Y Galactus, que comía planetas para vivir. Yo siempre digo que Charles Schulz es el creador con el espíritu más libre que he visto. Si piensas en ello, cuando ves a Snoopy en su casa de perro, para mí dibujar a Snoopy en la parte superior de la caseta de perro es la cosa más brillante, más libre desde un punto de vista creativo, que un artista puede hacer. Yo siempre digo que no creo que haya otro artista en el mundo que habría pensado en eso, excepto tal vez Jack Kirby. Él escribe ahí arriba, se acuesta, camina por ella, se convierte en un piloto de la Primera Guerra Mundial, y todo porque Schulz lo puso en la parte superior de esa caseta. Yo habría puesto al perro mirando desde la puerta de la caseta, porque estoy demasiado atascado en la realidad. Schulz, de manera brillante, se liberó durante cincuenta años poniendo al perro en la parte superior de la casa. Para mí este es el ejemplo más espectacular de libertad de pensamiento que he visto en mi vida y Jack Kirby era igual de bueno. Basta pensar en la creación de un personaje que utiliza una tabla de surf para viajar por el espacio, y Galactus, su jefe, es más grande que la vida y se alimenta de planetas. Y luego Ego: El Planeta Viviente. Los personajes que creó Kirby son extraordinarios y la gente no les da importancia.



Si estás en una situación en la que tienes que crear un nuevo personaje y estás tratando de impresionar a la gente, nunca vas a poder igualar lo que hizo. Así que Kirby no tiene nada que ver con la capacidad de dibujar, tiene que ver con su imaginación, su inteligencia y su anchura de miras. Se le ocurrieron más cosas en un año que a algunos de nosotros en toda una vida, y desechó más también.

(Fuente)

viernes, 11 de febrero de 2011

You tell 'em, Art



"Por desgracia, su enfoque engañosamente simple ha sido imitado por talentos menores, lo que ha dado lugar a una erosión preocupante del arte de la historieta"

Art Spiegelman sobre Schulz & Peanuts, en Entrecomics

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viernes, 10 de septiembre de 2010

Peanuts


El 28 de febrero de 1943, con un permiso de un día de Fort Snelling, Sparky regresó del cuartel al lecho de su madre, ascendiendo por las escaleras hasta el apartamento del segundo piso en la esquina de Selby y las avenidas de North Snelling, al que los Schulz se habían mudado para que su padre, que trabajaba en su peluquería de Selby, y el farmacéutico de la farmacia de la esquina, pudiesen correr escaleras arriba para administrar la morfina en el peor de los tormentos de Dena. Esa noche, antes de volver al cuartel, Sparky entró en el dormitorio de su madre. Ella estaba de espaldas a él en su cama contra la pared, frente a las ventanas que daban a la calle. Él dijo que suponía que era hora de irse.

-""-dijo ella-, "supongo que deberíamos despedirnos." Volvió la mirada hacia él lo mejor que pudo. -"Bueno"-dijo ella-, "adiós, Sparky. Probablemente nunca volveremos a vernos."

Más tarde, él diría: "Nunca superaré esa escena mientras viva", y de hecho no pudo, hasta el día de su propia muerte. Sin duda fue la peor noche de su vida, la noche de "mi gran tragedia", que en repetidas ocasiones expresó en términos de su apasionado sentido de insatisfacción porque su madre nunca "tuvo la oportunidad de verme conseguir publicar algo."


La veía siempre desde la distancia, y según fueron pasando los años, con cada nuevo y estoico relato, el momento se hizo más y más icónico. Estaba a salvo, congelado en el tiempo.. una despedida desconcertante por su serena y fría determinación, como el diálogo de la madre mientras se prepara para perder a su hijo en Ciudadano Kane: "Tengo su maleta hecha. La hice hace una semana." Con frecuencia, a menudo en público, Sparky abocetó el terrible patetismo resignado de lo que su madre le había dicho aquella noche. Sólo cuando se hizo mayor y experimentó la paternidad pudo "entender el dolor y el miedo que ella debió de sentir, pensando en lo que iba a ser de mí."

('Schulz and Peanuts' de David Michaelis)
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miércoles, 2 de diciembre de 2009

El gag mínimo

Mientras exploraba su particularísimo estilo de "incidentes insignificantes", Schulz recurrió en cualquier caso a una de las clásicas situaciones de las tiras con niños de toda la vida, el pilluelo que le intenta robar la comida a otro, pero dándole un giro: una niña con cara de enfadada le pide a un chiquillo sonriente que le deje probar su helado, pero tan pronto como se lo lleva a la boca lo escupe, preguntando indignada qué clase de helado es ése. "Yo no he dicho que fuera helado", responde él. "Es puré de patatas".



Schulz diría más adelante: "Hasta entonces nadie había plasmado este tipo de humor en una tira cómica. Creo que fui el primero en usar el gag realmente mínimo". Si en las tiras tradicionales de los años veinte y treinta, el humor con niños se había basado en el bronco gamberrismo de chavales urbanos de clase trabajadora surgidos de esa inagotable fuente de salvajismo infantil que había sido el callejón de Hogan de The Yellow Kid, la nueva tira de Schulz para el ecuador del siglo se desarrolló a partir de una lección aprendida de primera mano, prácticamente inculcada por sus primos noruegos: "los niños pequeños pueden llegar a ser muy desagradables unos con otros". Se sintió tan emocionado ante aquel nuevo desarrollo que incluso dejó por un momento de lado su autocontención noruega para decirle a George Letness:



«Creo que tengo algo. Estoy desarrollando algo realmente original". Desde el escritorio contiguo, Letness miró asombrado cómo Schulz incluía en su tanda de muestras una tira tan primitiva y sencilla como para desafiar al entendimiento: la misma niñita airada que había escupido el bocado de puré avanza pesadamente bajo un diluvio, murmurando: "Lluvia, lluvia, lluvia, lluvia…". El chico se acerca felizmente hacia ella en dirección opuesta, esta vez con un paraguas en la mano. Luego, en el espacio invisible entre la segunda y la tercera viñeta, la nena se ha hecho con el paraguas y continúa su camino feliz y sonriente, mientras el chiquillo, ahora a merced de los elementos, sigue avanzando imperturbable, murmurando a su vez: "Lluvia, lluvia, lluvia, lluvia…".



"Este muchacho no tiene la más mínima oportunidad", reflexionó Letness, pensando más en el artista que en su personaje. Pero la terrible ecuanimidad lógica de la tira, visible ya en la secuencia del paraguas, dictaba que cuanto más perdieran los "pequeñines" de Schulz, más iba a ganar "el muchacho".

(Otro extracto del libro Schulz, Carlitos y Snoopy)
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sábado, 17 de octubre de 2009

Schulz, Carlitos y Snoopy

"Donna fue, en realidad, una pena manejable. Algunos años pensaría en ella constantemente y la recordaría con melancolía frente a sus mejores amigos, tanto que ellos llegaban a sentir lástima por su esposa. Ocasionalmente, en sus años de máximo esplendor, ella le enviaría una postal de cumpleaños firmada sólo con un corazón. Y llegaría un momento, ya avanzada su vida, en el que Sparky volvería a extender sus brazos hacia ella. Pero Donna siempre lo eludía, y él siempre volvía a refugiarse en su tira y en su convicción, cada vez más firme, de que en su caso el trabajo siempre iba a recompensarle más que la vida. Incluso cuando, durante un período de varios años, se vio asaltado por una pesadilla recurrente en la que se encontraba «de vuelta en Art Instruction y ella estaba allí, pero no había esperanzas», seguiría aseverando: «Tuve aquellos terribles sueños durante años, pero luego los he aprovechado todos, por supuesto».

Igual que Henrik Ibsen asimiló lo sucedido con su joven y rapaz admiradora, Emilie Bardach, utilizándola como modelo para Hilda Wangel en "El maestro constructor" («No consiguió hacerse conmigo», dijo Ibsen, «pero yo me hice con ella para mi escritura»), Schulz exprimió al máximo su situación con Donna Johnson. Ante Sherman Plepler, Sparky mostraría al inflexible comerciante que llevaba dentro: «Le saqué un buen beneficio a esa relación»."



Un extracto del adelanto en formato PDF del libro "Schulz, Carlitos y Snoopy", descargable en Cultura Impopular.

Otro extracto, en Es Muy De Comic.
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